TAMBIÉN AMÉN
Nunca he sido una persona religiosa, jamás... a los siete años me despachurraron cualquier atisbo de fe con respecto a la iglesia, los curas, las monjas y demás instituciones erigidas en nombre de Dios. Mi padre murió el 30 de julio de 1975, tres meses y 21 días antes que Franco, y por la razón que fuese mi madre no dio la consabida misa hasta finales del mes de noviembre... yo seguía teniendo siete años, y no pude entender porque aquel cura se empeñaba en hablar de Franco en vez de hablar de mi padre, que era por quien aquella mujer de 36 años que era mi mamá se había dejado parte de lo poco que tenía por encumbrar su nombre a lo más alto del cielo... lo que siguió después fue un despropósito, los gritos de mi madre desde la sacristía todavía los estoy escuchando, mientras yo permanecía aferrada a la mano de mi abuela... y aquel día, como a fuego, entendí que la iglesia y Dios poco tenían que ver. No digo más.
En Dios sí creo... por unas cosas o por otras mi fe está ahí, pero yo no sé rezar, aunque me sé de carrerilla algunas de las cosas que se dicen en las misas, y no entiendo por qué. Me gusta entrar a las iglesias a hablar con los santos cuando no hay nadie dentro, y mi gran colega es San Antonio de Padua, el patrón de mi pueblo, y donde me gustaría casarme cuando sea posible... Mi Ben me ha inculcado una gran simpatía por el Divino Niño Jesús, de ahí el post anterior, pero mi rencor contra las instituciones sigue siendo inamovible... y puedo razonarlo, que no es un repente de niña malcriada y consentida.
A San Antonio le llamo Toni cuando entro a la ermita, y le riño o le sonrío, y me paso un rato largo hablando con él cuando nadie me escucha... en mi paranoia particular le veo seguirme con la mirada y hasta sonreirme, y cuando termino de contarle las batallitas de los últimos tiempos le pido por todos los que me rodean, le prendo un cerro de velas y salgo caminando al son de merengue hacia mi próximo destino.
Pero también tengo fe en el poder de los dulces... de los donuts divinos de la foto y el chocolate, santos de mi devoción y mi más profundo respeto, denostados y adorados en el mundo entero por su tremendo poder... Cada quien se aferra a sus locuras personales, a sus derrapes mentales, a sus sugestiones inexplicables, a sus baños de azúcar glass y sus mezclas de harina con azúcar... unos ven la cara de Dios en las manchas de humedad de la pared, las baldosas del suelo o las piedras de una gruta... yo a veces descubro el rostro de mis santos en los envoltorios de las chocolatinas, los baños melados de los dulces y las torres de delicias con olor a canela... mi mundo me lo monto yo y en nada se diferencia de los que aparentemente son diametralmente opuestos.
A San Antonio y a Jesusito les sonrío... Amén.
Besos... estupendos seres humanos.
1 Comments:
Me has recordado a Juanjo, el tambien entra en las iglesias cuando no hay nadie, tambien habla con los santos o con él mismo, y pasa ratos allí sentado pensando...
Yo encambio creo en las personas y és con ellas con quien me gusta pasar el rato hablando, escuchando o simplemente leerlas como a tí...
un beso
Rosa
Publicar un comentario
<< Home